Un お地蔵 (おじぞう, Ojizō) es la forma abreviada y afectuosa de referirse a 地蔵菩薩 (じぞうぼさつ, Jizō Bosatsu), una figura muy venerada en el budismo japonés.
Significado y contexto:
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地蔵 (Jizō): literalmente “Almacén de la tierra” o “Tesoro de la tierra”.
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地 = tierra
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蔵 = almacén, depósito, tesoro
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菩薩 (Bosatsu): significa "bodhisattva", un ser que busca alcanzar la iluminación pero que se queda en el mundo para ayudar a otros a salvarse.
¿Quién es Jizō Bosatsu?:
En la tradición budista japonesa, Jizō es una de las deidades más queridas. Se le considera:
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Protector de los niños, especialmente de aquellos que mueren antes que sus padres (por aborto, enfermedad o accidente).
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Guardián de los viajeros y caminantes (por eso muchas veces se lo ve en los caminos, en cruces o senderos).
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Salvador de las almas en el infierno, ayudándolas a aliviar sus sufrimientos.
Representación:
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Se suele representar como un monje budista con la cabeza rapada, túnica sencilla, a veces con un báculo (錫杖, shakujo) y una joya de luz (如意宝珠, nyoi hōju).
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En la vida cotidiana, la gente lo llama cariñosamente お地蔵さん (Ojizō-san), y es común ver estatuas suyas con baberos rojos o gorros de lana, colocados por las familias como ofrenda o petición de protección.
お地蔵 es una figura budista muy querida en Japón, símbolo de compasión, protección y salvación, especialmente hacia los más vulnerables como los niños y los viajeros.
En Japón, es muy común ver a los お地蔵さん (Ojizō-san) vestidos con baberos rojos (よだれかけ) y a veces con gorros de lana. Esto tiene un trasfondo religioso y cultural muy profundo.
¿Por qué el color rojo?
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En la tradición japonesa, el rojo es un color protector. Se cree que aleja enfermedades, malos espíritus y desgracias.
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También es un color asociado a la vida y a la sangre, por lo que simboliza la protección de los niños.
Razones para los baberos y gorros:
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Protección de los niños fallecidos:
Muchas familias que han perdido un hijo, ya sea por enfermedad, aborto espontáneo o accidente, visten a Ojizō con un babero rojo como una forma de pedirle que cuide del alma de ese niño en el más allá. -
Ropajes como ofrenda:
Así como se le ofrecen flores o monedas, el babero o gorro se entregan como un acto de cariño y devoción. La idea es que el bodhisattva “se abrigue” y esté bien cuidado. -
Símbolo de vínculo familiar:
Los padres a veces visten a Ojizō como si fuera su propio hijo, expresando así tanto el dolor de la pérdida como la esperanza de que el bodhisattva proteja a todos los niños.
En la práctica:
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Es común ver filas de pequeñas estatuas de Ojizō en los templos, cada una con su babero rojo.
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Algunos lugares, como el templo Zojoji en Tokio, tienen centenares de estatuillas vestidas, donde las familias vienen a rezar y dejar ofrendas.
Los baberos y gorros rojos en los Ojizō son una ofrenda y una petición de protección, sobre todo vinculada a los niños y a la creencia de que Jizō cuida sus almas.
La leyenda del río Sai no Kawara (賽の河原, “la ribera del más allá”)
En el budismo japonés, se dice que:
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Cuando un niño muere antes que sus padres, no puede cruzar fácilmente al más allá.
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Como aún no pudo acumular méritos (virtudes) en vida, su alma queda varada en la orilla de un río llamado Sai no Kawara, que separa este mundo del siguiente.
El castigo del río
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Allí, los niños deben apilar piedras y construir torres, con la esperanza de que esto sirva como ofrenda para sus padres vivos y así les permita avanzar hacia la salvación.
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Pero cada vez que casi terminan, demonios del inframundo (oni) destruyen las torres y atormentan a los niños.
La compasión de Ojizō
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En ese momento aparece Jizō Bosatsu (Ojizō-san).
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Con infinita compasión, los protege escondiéndolos dentro de las mangas largas de su túnica o debajo de su báculo.
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Los salva del sufrimiento y los guía hacia un lugar seguro, acercándolos a la salvación.
El sentido de los baberos rojos
Por esta leyenda:
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Los padres, especialmente los que han perdido a un hijo, ponen baberos y gorros rojos a las estatuas de Ojizō, como si cuidaran a su niño a través de él.
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Es un acto de fe, amor y esperanza: que Ojizō siga protegiendo el alma de sus pequeños en el otro mundo y también cuide a los vivos.
Así, Ojizō no es una figura distante, sino un bodhisattva profundamente cercano al pueblo japonés, alguien que comparte el dolor humano y lo transforma en compasión.
Juan
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